Descentralizar ¿para qué?


Editorial de La Peluca, sábado 17 de agosto: 

Interesante modo de informar del diario El Día. La cobertura de la movilización del martes 13 de agosto (http://www.eldia.com.ar/edis/20130814/Fuertes-protestas-docentes-deudas-salariales-laciudad3.htm), es o muy mal intencionada (lo más seguro) o muy incorrecta.
Allí no dice absolutamente nada de lo que los convocantes y manifestantes planteaban respecto al eje de la convocatoria, que era el problema de cobro de miles de docentes bonaerenses. Ni una sola palabra de quienes ponen el cuerpo, pero sí se cita lo que plantean quienes no estuvieron presentes, Suteba Provincia: “la entidad solicitó que se avance en el proceso de descentralización para el cobro de haberes en Necochea, San Pedro, Chivilcoy y Chacabuco.”
Y parece que distintos portales levantaron la noticia. En el colmo de los azares, terminaron preguntándonos por los medios cómo era nuestra propuesta de descentralizar.
Pero esta situación contradictoria, nos permite al menos discutir por qué no planteamos la descentralización como solución a nuestros problemas.

Para ello, un poco de historia.

Durante la década del ’90 en Argentina, empieza a tomar peso lo que se llamó el discurso neoliberal en educación con la llamada “transformación educativa”, recomendada por los organismos internacionales de crédito (Banco Mundial- FMI- BID- CEPAL-UNESCO). Como parte del “paquete” de medidas que debía instalarse la educación debía “readecuarse a los nuevos tiempos”.
En un proceso anterior, durante el gobierno militar (1978) se transfieren (descentralizan) las escuelas nacionales de nivel primario y pre-primario a las provincias y en 1980 las escuelas primarias de adultos. La ley del ´91 (Ley de Transferencias) traspasa los servicios de enseñanza media y superior nacionales dejando al Ministerio de educación sin escuelas a su cargo.
Bajo el discurso de las ventajas que la descentralización implicaría (desburocratización, mayor participación en los gobiernos locales, mayor eficiencia administrativa) se delegó en las jurisdicciones la ejecución y las responsabilidades financieras y académicas. La transferencia provocó la polarización de las diferencias ya existentes en las provincias y fragmentó aún más al sistema educativo. A poco de andar, fue evidente que los beneficios de la descentralización prometidos desde el discurso oficial quedaron como quimeras lejanas.
Poco más tarde comenzará a pesar el discurso de la municipalización, que continuaría la descentralización: es decir, primero del nivel nacional a las provincias, luego de las provincias a los municipios. Pero el proyecto (que enfrentó la docencia y frenó parcialmente) no termina ahí, la municipalización no era el último estado de la descentralización educativa: la idea era descentralizar de los municipios a las “escuelas autónomas de la comunidad”, que –resumiendo- son escuelas gestionadas como una empresa privada.
Por esto, cuando hablamos de descentralización educativa dentro de este modelo, hablamos de privatización.
Esto es lo primero que se nos aparece cuando hablamos de descentralización.
Siempre ha sido una herramienta apropiada por los sectores más concentrados para avanzar sobre nuestras condiciones de vida y derechos.
Pero hay otros aspectos que también implicó la descentralización neoliberal: la tercerización. A este proceso se parece más lo que ha pasado con la estructura de Contralor y la SAD.
Las patronales se han preocupado por diseminar tareas en terceras empresas. El proceso de tercerización constituye una fuente de fragmentación y precarización del colectivo de trabajo. Los trabajadores que pertenecen a las empresas tercerizadas no tienen los mismos derechos que los trabajadores de planta, ni las mismas condiciones laborales, ni iguales salarios. Además determina la pertenencia a distintos gremios, lo que debilita las condiciones de defensa de derechos de las trabajadoras y trabajadores.
En el caso de La Plata, tenemos que decir que los resultados de la descentralización no han sido promisorios: escaso personal (una sóla persona atiende a un distrito de unos 15 mil docentes); falta de experiencia y capacitación; reducción de gastos para la DGCyE; ineficiencia generada un poco por lo anterior y otro por un sistema que –intencionadamente- se cae más de los que se levanta.